miércoles, 25 de junio de 2014

Jaime Adolfo Muñoz Torres


Jaime Adolfo Muñoz Torres nace en Aguascalientes, Ags., un 28 de septiembre de 1958. La carrera de Técnico en ventas, fue su grado máximo de estudios (1979-1981). Publicó algunos cuentos en distintas revistas (1988-1992) El Cuento, Cd. México. La Tarántula, Jalapa Veracruz. Talleres, Aguascalientes. En 2009 funda el Centro cultural Tercera Llamada, una casa independiente en Aguascalientes, la cual aún dirige.



Lo visto y lo pedido

Caminaba, vi tierrita suelta y pedí canicas.
Me vi niño y pedí balón de futbol.
Me vi alto y lo pedí de basquetbol.
Me vi fuerte y lo pedí de futbol americano.
Vi sus labios y le pedí besos.
Vi la clase de mujer que era y le pedí la vida.
Me vi con hijos y pedí universidades.
Me vi con nietas y pedí pelotas para jugar.
Todo se me ha dado, tan cíclico, universal, elíptico.
Soy un hombre feliz, pero no satisfecho.
Caminaba, al pasar por La Gloria, vi un lugar desocupado
Lo ocupé y pedí, cuatro al pastor y cuatro de lengua.


Envergadura

Este como todos los cuentos, comienza con una introducción. Luego la cosa se anuda logrando la máxima tensión y termina cuando se viene el desenlace.


Con el impulso entre las piernas

Th, th, th, ah, vamos  bonita, al paso. Sintió entre las piernas ese leve  impulso que da el paso. Amanecía, el aire refrescó su cara, había llovido. Tierra húmeda. Ahhhhh. Las golondrinas puntuales dibujaron su asistencia. Llagaron al camino, y con él, al monte. La yegua, árabe, de manto simple, porcelana. La mujer, mexicana, morena clara. ¡Aja! Los hijares, la rienda. El trote suficiente para que de la blusa a cuadros rojos, volaran dos botones, incapaces ya de contener aquel escote espontaneo, mundano, libre como el galope que se vigorizaba ya. Sortear mezquites, cubrir montes, eludir ramas. La velocidad, comunicación muscular entre las piernas y el lomo. Sin tiempo, sin destino ni kilómetros. Cabello negro, largo, suelto en desbandada. Galope cada vez más raudo, compartido. Hembras de piernas y nalgas duras. Ojos entrecerrados, pómulos bellos, quijadas decididas. Concierto de cascos dejando huella de un universo justificado, armonioso y sorpresivo. Tierra fértil, sembrada de abundancia en formas.


Confesión

Lo oí llegar y sin más, lo mate. Sangré de mi sangre, pequeño destruido por mis manos. Ni para que arrepentirme, ya estaba muerto. No recé, pero si me quedé en silencio, atento. Oí otro y también lo maté, al menos este aún no me picaba.


El hombre de traje

Es espectacular verlo, siempre elegante, distinguido. Alto y delgado. Debe tener muchos trajes. Talla exacta, telas preciosas, camisa impecable, corbata. Espalda recta, mirada fija, barba levantada, largas piernas de andar armónico. En la mano izquierda el portafolios. Con la derecha   se acomoda los lentes y en un rápido movimiento se saca un moco. Lo lleva haciendo bolita entre pulgar y medio. Las mujeres lo gozan con cierto descaro, tiene un aire de madurez juvenil que a todas, atrae. Cuando va a cruzar con otros de traje, no les da la mano. No quiere soltar la bolita, pero inclina la cabeza respetuosísimo, mientras murmura apenas. Chingsumadre.

1 comentario:

Oscar mtz dijo...

El hombre de traje. y lo visto y lo pedido. me gustaron. enhorabuena.